


Los palos, de haya, se cortaban rectos con una horquilla en medio, donde se asentaba el pie sobre un trenzado de varas maleables de salguera (belortas) que cortadas en invierno no rompen al doblar.
La figura que se representa es en honor a la tía Dámasa, que a sus 90 años todavía se subía a los zancos, tal y como se aprecia en una fotografía de los años setenta, cedida por sus familiares.
De igual modo es un homenaje a todas las mujeres de la Montaña de Riaño, que como la Tía Dámasa dedicaron su vida al trabajo, utilizando los zancos para cruzar los ríos y poder acceder a sus fincas y ganados.